Las mujeres de la familia
La historia del rancho Barton no estaría completa si no mencionásemos la importante contribución de las esposas de Perry Franklin, Paul y Jerry Barton, que representan las tres primeras generaciones del negocio familiar.
Elizabeth Jane Barton contrajo matrimonio con Perry Franklin en 1882 en su Illinois natal. El matrimonio tuvo siete hijos, cinco niños y dos niñas. La “Abuela”, como sigue llamándola afectuosamente la familia en la actualidad, se trasladó con Perry a California en 1912 y contribuyó decisivamente a sacar adelante a su familia, mientras se adaptaba a un estilo de vida completamente nuevo y diferente en su pequeña finca de Escalon. La “Abuela” murió en 1964, a la edad de 106 años, y sobrevivió a cuatro de sus hijos.
Alice Lee Barton se casó con Paul en 1931. Sus dos hijos, Hugh y Jerry, crecieron en la finca Barton. Alice fue una excepcional embajadora del negocio familiar. A menudo invitaba a clientes y vecinos a comidas hogareñas o a grandes vasos de limonada. Salvo por los últimos años de su vida, en que se vio incapaz de vivir independientemente, Alice vivió en la misma casa de la granja a la que Paul la llevó cuando se casaron. Esa casa sigue en pie y varios miembros de cuatro generaciones de la familia Barton han vivido allí en un momento u otro.
Janet Barton contrajo matrimonio con Jerry en 1955, poco después de que este finalizase sus estudios universitarios. Criada como una “chica de ciudad” en Spokane, Washington, se adaptó rápidamente a la vida agrícola, a pesar de su total desconocimiento de esta, y crió a sus tres hijos –Don, Gary y Brent– en una casa situada a casi un kilómetro del lugar donde había crecido Jerry. Al igual que en el caso de Alice, la gran hospitalidad de Janet se empleó (¡y sigue empleándose!) a menudo para entretener a clientes, agentes y personalidades importantes, especialmente durante el tiempo en que Jerry fue Director General, y después, Presidente, de Diamond Walnut Growers (California). En la actualidad, Janet y Jerry viven en la granja de Ripon, disfrutando de los frutos de los muchos años de duro trabajo que pasaron desarrollando el negocio familiar.
Es difícil imaginar dónde se encontraría el negocio familiar hoy en día sin las extraordinarias contribuciones de estas tres admirables mujeres. Aunque no condujeron tractores ni podaron árboles, estuvieron siempre al lado de sus maridos e hijos, por quienes dieron todo durante los tiempos difíciles en que lo que más valor tenía en el negocio era la variedad “sudor”.